sábado, agosto 13, 2011

Memorias de Portarretrato... Capítulo 17: Desde el Hospital

No es muy placentero visitar un hospital, mucho menos visitarlo frecuentemente. Con sus pasillos siempre oliendo a desinfectante, con el ambiente lleno de miedo, preocupación  e incertidumbre, decenas de personas cumplen el irónico ciclo de llegar a la vida, luchar por ella y en ocasiones abandonarla en un cuarto de hospital. Y ahí estaban, en el cuarto piso del hospital, Flora, Paulo y Greta esperando al neurólogo que atendía a la chica; habían pasado dos semanas del accidente y los resultados estaban listos, por fin sabrían lo que provocaba las constantes caídas de la chica. Unos diez minutos después Franco entraba por la puerta de la planta baja al área de "Urgencias". Su hijo menor, Maximiliano se había lastimado la pierna jugando fútbol y con un intenso dolor, llegó al centro médico apoyándose en su padre. Justo cuando el médico revisaba la pierna de Maximiliano, Leonora entraba por la puerta que daba al estacionamiento. Como cada martes, visitaba a su marido; a pesar de que los médicos no habían dado ninguna esperanza de que él despertara, Leonora no perdía la fe y esperaba que un milagro ocurriera y pudiera pedirle perdón a su esposo. Sin embargo, lo más inexplicable de asistir a un hospital es la misteriosa manera en que esta  simple visita puede cambiar nuestras vidas...

Lejos de las ambulancias y las enfermeras Darío esperaba en la puerta de la Academia de baile donde trabajaba Bianca, iba con todas las intenciones de persuadirla para que se convirtiera en la profesora de Danza de su escuela de Arte que abriría en el verano. Las jovencitas comenzaron a salir por la puerta de madera que daba a la calle y curiosamente Darío creyó ver a Aurora cruzar la calle, los padres de la chica llevaban dos semanas buscándola, la chica apenas se había comunicado con ellos para anunciar que se encontraba bien y que no iba a revelar su paradero. No fue hasta un par de minutos después cuando a Darío se le ocurrió una idea y dejó de esperar a Bianca para seguir al automóvil al que Aurora se acababa de subir. Sabía que su relación con la chica no era muy cercana, pero tal vez hablando con ella podría hacerla regresar. Y así, Darío subió a su automóvil hasta llegar a una exclusiva zona residencial, el automóvil donde Aurora viajaba entró por el portón de una inmensa casa, instantes después Darío tocó el timbre, sólo para encontrarse con quien de un principio estaba buscando y menos esperaba. -¡¿Darío?! ¿Qué haces aquí? No te veo desde aquella reunión hace unos diez años. ¡Adelante!- recibió alegremente Bianca a Darío. -¡Bianca! Perdóname, pero es que creí ver entrar a alguien, tal vez estoy confundido- respondió él sin comprender lo que sucedía. -¿Quién es Bianca?-preguntó Aurora asomándose por la puerta. La chica palideció en cuanto vio a Darío y entró a la casa al instante. Bianca miró a Darío comprendiendo lo que sucedía. -Se que crees que soy un horror de persona, pero no podía dejarla ir, está muy desubicada- se excusó ella. -Bianca ¡Sus padres llevan buscándola dos semanas! ¡Andrea está muy angustiada! Si no te molesta, voy a llevármela- dijo Darío decidido entrando a la fuerza. -¡Darío por favor! ¡He vivido sola en esta casa más de diez años! ¡Ella me ha devuelto una vitalidad cómo no te imaginas! ¡Al menos permítenos explicarte!- suplicó Bianca. Darío no dijo ni una sola palabra y entró muy efusivo a la casa. Tomó a Aurora por los hombros. -¿¡Tienes idea de cómo está tu madre!? ¡¿Qué haces aquí!? ¡Vamos te llevaré a casa!- gritó él, parecía haberse transformado en otra persona. Bianca golpeó la espalda de Darío con todas sus fuerzas. -¡Darío suéltala! ¡Tranquilízate o tendré que pedirte qué te vayas!- gritó decidida. El terror invadía el rostro de Aurora y Darío recapacitó y la soltó. -Espero tengan una buena explicación para esto- dijo más tranquilo. Aurora habló de la razón por la cual se había escapado de casa, Bianca sirvió unas tazas de té y Darío escuchó un buen rato la historia que la chica estaba contrando. -Ahora que lo pienso, cuando vivía en Milán, tu madre me contó acerca de esa relación con Ignacio de la Parra, lo que no comprendo es porque no quieres ver a tus padres- preguntó Darío contrariado. -Darío, tiene dieciocho años, a esa edad tus problemas no son más que haber reprobado una materia o no tener que ponerte para una fiesta; es complicado- excusó Bianca sonriente. -Se que no suena coherente, pero de verdad, no puedo poner una sonrisa en mi rostro y fingir que he perdonado que me ocultaran la verdad todo este tiempo. Los amo, pero para perdonarlos primero tengo que sanar- explicó Aurora muy convincente. -Creo que después de todo tienes razón, pero deberías aunque sea visitarlos, llamarlos más frecuentemente, algo que los tranquilice- propuso Darío. -Lo haré, lo prometo, pero por favor, no les diga en donde estoy, aun no estoy lista- pidió Aurora tranquila. -¿Y cuándo piensas estar preparada Aurora?- preguntó Darío desafiante. -Te aseguro que no se tardará tanto en olvidar como tú con Corina- respondió Biianca sarcástica. Aurora los miró sin entender. Darío se sorprendió muchísimo.
-Creo que puedes subir a descansar un rato, puesto que tal vez no entiendas esta conversación- dijo Bianca a Aurora, la chica asintió sin decir una palabra.

En un cuarto de un privado pero elegante hotel, Sofía y Fausto rompían por cuarta vez su promesa de "distanciarse" durante el proceso de divorcio de ella. Sofía se encontraba recostada en el pecho de Fausto. -¿Cómo va el divorcio?- preguntó Fausto mientras acariciaba el cabello de ella. -Si todo sale bien, la próxima semana seré una mujer libre- dijo entusiasmada. Con el ajetreo de la escapada pasional a la hora de la comida Sofía no se percató de que había olvidado su teléfono móvil en el escritorio de su oficina. -No se si esté en tus planes, pero después de las elecciones podríamos organizar una íntima boda, no podemos escondernos en hoteles por siempre- propuso Fausto de una  manera un poco inusual. -¿Estás hablando en serio?- preguntó Sofía incrédula. -Entiendo si no quieres, salir de un matrimonio para entrar a otro, no debe ser tu ideal más próximo- dijo Fausto. Sofía miró su reloj. -¿Te importa si hablamos de nuestra boda después? Tengo una cita en veinte minutos con unos inversionistas japoneses, te llamo después- dijo Sofía levantándose de prisa de la cama.
 Fausto se quedó ahí acostado, pensando en que ella no había descartado del todo la idea de casarse.


-¿Cómo te enteraste de eso?- preguntó Darío extrañado. -Entre los amigos de la universidad se corren muchos chismes, y cuando volviste a la ciudad, empecé a recibir varios rumores de porque te habías divorciado- confesó Bianca. -Vaya, no tenía ni idea de que mi historia fuera tan popular- dijo Darío irónicamente mientras sorbía un poco de té. -¡Vamos! el chisme siempre ha sido el pan de cada día, así como cuando se corrió el rumor de que Paco Suárez abusó de una menor, o cuando nos acusaron a los de la obra de teatro por consumir anabólicos- alentó Bianca. -¿Paco Suárez? ¿El qué iba en mi clase de medios?- preguntó Darío incrédulo. -Él mismo- dijo Bianca mordiéndo una galletita de una bandeja que había servido en la mesa de centro de la sala. -Siempre supuse que los peores errores sólo se cometían cuando jóvenes- dijo Darío pensando en los errores que había cometido a lo largo de su vida. -Vaya que sí, al menos yo, me arrepiento de una sola cosa- dijo Bianca suspirando. -Déjame adivinar ¿Tiene algo qué ver con qué no tengas familia?- supuso Darío casi seguro. Bianca asintió y comenzó a llorar. -Después de todo siempre tuviste razón; si no hubiera abortado, si hubiera tenido a mis bebés- dijo ella llorando melancólicamente. -¿Bebés?- preguntó Darío. A lo que Bianca respondió la historia de sus múltiples embarazos interumpidos. -Es por eso que ahora que está Aurora conmigo, es lo más cercano que he sentido a ser madre- confesó Bianca secando sus lágrimas con una servilleta.-Pero ella tiene que regresar al lado de Andrea y Luis, debe hablar con Ignacio en caso de que sea su padre- explicó Darío renuente. -Lo sé, y te prometo que en cuanto sepa que esté lista yo misma la llevaré a hablar con ellos, pero por ahora quiero disfrutar esta fantasía de ser su madre, aunque sea por poco tiempo- dijo Bianca casi implorando. Después hablaron de la propuesta que Darío tenía para ella en la escuela de Arte hasta que Darío decidió marcharse. -Entonces, ¿Te interesa el proyecto?- preguntó Darío directamente antes de salir por la puerta. -Siempre me han entusiasmado tus ideas, pero creo que está vez no podré aceptar, para esas fechas no pienso estar aquí- respondió Bianca muy segura. -¿Cómo? ¿A dónde irás?- preguntó Darío intrigado. -Pienso descansar un año en La Academia y tomarme unas vacaciones- respondió Bianca sonriente. -Me gustaría que cambiaras de opinión. Y en cuanto a Aurora, no te preocupes, yo hablaré hasta que ella esté lista- cedió Darío no muy convencido. -Darío, Gracias por Todo-  agradeció Bianca sinceramente. -Sólo espero de verdad que Aurora se recupere pronto, me duele ver a Andrea angustiada- confesó Darío.- Así será, te lo aseguro- prometió Bianca y Darío salió de la casa...

-¡¿Qué sucedió!? ¿¡Dónde está Maximialiano!?- preguntó Sofía angustiada en cuanto llegó al hospital. -¿Por qué no respondías  al celular?- preguntó Franco molesto. -Salí a comer y lo dejé en la oficina, ahora quiero ver a mi hijo- respondió Sofía impaciente. -Le acaban de dar un calmante y está dormido, el dolor es un pcoo intenso, se fracturó el tobillo- explicó Franco tranquilamente. -De acuerdo, esperaré a que despierte, mientras haré  algunas llamadas, dejé a inversionistas esperándome en la sala de juntas- explicó Sofía. -¿Sabes algo Sofía?- preguntó Franco desafiante. Ella giró su cabeza para mirarlo fijamente. -Cada día que pasa, estoy más convencido de que divorciarnos es la mejor idea que se nos ha ocurrido en años- dijo secamente Franco respirando fuertemente. Sofía no pudo mirarlo más, agachó la cabeza y salió de la salita de espera...

-No debemos volver a hacer esto- dijo Miguel. Estaba en una de las bodegas de mantenimiento de la universidad. -Es la tercera vez que me dices eso en esta semana- dijo Monserrat mientras lo besaba apasionadamente y se abotonaba la blusa. -Tu me has prometido tres veces que dejarás a Ricardo- dijo Miguel molesto separando sus labios de los de la chica. -Lo sé, pero me es  imposible, de verdad, por más que lo he intentado no puedo, es un gran chico- se justificó Monserrat. -Odio decir esto, pero te entiendo, por más que he tratado de ser cortante y mal amigo con él, el muy ingenuo sigue queriendo ser mi amigo. ¡Rayos! Soy un asco de persona- se dijo Miguel a si mismo. -Hagamos una promesa- dijo la chica. -No volveremos a venir a esta bodega hasta que deje a Ricardo y tu dejes de ser su amigo. ¿De acuerdo?- propuso Monserrat extendiendo su mano. -De acuerdo- dijo Miguel no muy convencido y estrechó su mano con la de la chica. -Ahora, me voy a casa- dijo la chica besando sensualmente la mejilla de Miguel y saliendo de la bodega...

-Si conocieras a Darío, es tan divertido, se llevarían muy bien, los dos son muy elocuentes y bromistas- decía Leonora a su esposo mientras acariciaba su rostro. -Mañana vendrán los doctores a hacerte otro chequeo, al parecer hay un tratamiento alternativo que podría ayudarte- hablaba Leonora. -Estaba pensando si te molestaría si Darío y yo... Olvídalo, soy una tonta, tu eres mi esposo, así lo juramos, hasta que la muerte nos separe- Leonora no podía evitar sentir lo que estaba sintiendo por Darío. Y a la vez no quería dejar a su esposo sólo, en cama, inconsciente. -¿Sabes algo? A él es al único que le he contado nuestra historia, y se ha mostrado muy comprensivo, salir con él me hace recordar las primeras veces que salimos juntos ¿Y te confieso algo? Podré tener muchas primeras citas, pero ninguna será como la nuestra, perdóname, perdóname por todo...- diciendo esto, Leonora quitó el respirador que tenía vivo a su esposo por un momento y besó sus secos labios...

Monserrat llegó como cualquier otro día a su casa, saludó a Isabella, su madre y subió a su habitación. Sin embargo al abrir la puerta se encontró con quien menos esperaba. -¡¿Ricardo!? ¡¿Qué demonios haces  aquí!?-preguntó ella asustada. -Entré por la ventana, sólo quería verte, ya casi no te encuentro en la universidad, ni salimos ¡Te extraño!- dijo el chico efusivo intentando besar a su novia. -¡Basta Ricardo suéltame!- gritó ella separándose del chico. -Cálmate, tu mamá podría escucharnos- dijo el chico y románticamente abrazó a su novia y comenzó a besar su cuello. En ese momento a Monserrat se le ocurrió una idea. -Ricardo, ahora no, por favor, detente o voy a gritar- dijo seriamente. -¿Qué pasa? Vamos, se que quieres esto tanto como yo- dijo el chico emocionado y siguió besándola. -¡Basta ya!- gritó la chica. -¡No te entiendo Monserrat! ¡No hemos podido estar juntos desde hace mucho tiempo! ¡Tal vez es lo que le falta a nuestra relación para dar el siguiente paso!- Ricardo estaba muy molesto. -¡Mamá! ¡Ayúdame! ¡Ricardo está en mi habitación! ¡Está cómo loco!- gritó Monserrat desesperadamente. Isabella subió al iinstante y abrió la puerta de golpe. La chica abrazó a su madre asustada y Ricardo se quedó helado del susto. -Señora  Isabella no... no es lo que usted cree- intentó excusarse el chico inutilmente. -No cabe duda que eres igual de obsesivo que tu padre. Vete de mi casa, y si te volvemos a ver por aquí levantaré una orden de restricción. ¡Largo!- ordenó Isabella amargamente. sin decir nada Ricardo salió de la habitación y de la casa...

Leonora seguía conversando con su marido cuando Greta salió junto con sus padres del consultorio. Sin decir ni una palabra, los tres subieron al auto. Una débil lluvia caía en la ciudad a pesar de que el sol estaba en todo su apogeo. Conforme el automóvil avanzaba, Greta recordaba una a una las palabras que acababa de decir el médico. Cerraba sus ojos y volvía a verse sentada en el consultorio. Las palabras del doctor aun recalcaban en su mente. "Debemos comenzar el tratamiento de inmediato" "Es un caso sumamente peculiar, esta enfermedad sólo le da a niños y a varones mayores de veinte años". "Es una enfermedad incurable, pero con rehabilitación y medicamentos puede controlarse". "Poco a poco irá perdiendo la movilidad de sus extremidades, en algunos casos hay dificultad al respirar y al ingerir alimentos" "No debemos perder la esperanza, en cada paciente es diferente" "Estamos a tiempo de alentar los padecimientos lo más posible" "Debo decirles que esta enfermedad al final provoca la muerte, pero la esperanza de vida puede ser muy alta"; y por último Greta recordaba el nombre de la enfermedad, las tres palabras que la acompañarían por el resto de su improbable vida. "Greta, tienes una enfermedad llamada atrofia muscular espinal". Tanto sus padres como ella venían inmersos en sus propios pensamientos. Y con amargas y dolorosas lágrimas en sus ojos Greta comenzó a intentar afrontar su nueva realidad...

La tarde había aclarado comenzando a palidecer por la llegada de la noche. Eran las 6:57 de la tarde cuando los hermanos mayores de un chico que se había fracturado jugando fútbol llegaron a visitarlo a una habitación del quinto piso del hospital. Sus padres quienes apenas iban a divorciarse apenas se dirigían la palabra. 

Para las 7:07 de la noche, tan sólo veinte minutos después del terrible deceso,  la noticia se había distribuido por todo el hospital. Un hombre había muerto en el área de los pacientes que se encontraban en coma, después de tres años de estar vivo gracias a un respirador artificial. Su esposa, una bella psiquiatra se encontraba con él en aquel momento, y como era de esperarse, estaba devastada...